A una mujer le diagnostican un cáncer terminal: 2 meses de vida. Decide ir a un pintor para que le haga un retrato y así dejar un bello
recuerdo a su familia.
El día que llega al taller del pintor, se sienta para posar y el pintor la empieza a retratar.
Al cabo de un rato ella le dice:
- Perdón, ¿podría pintarme una diadema de diamantes en la cabeza?
- Sí, señora, por supuesto.
Al cabo de unos minutos:
- Y un collar de perlas en el cuello?
- Por supuesto señora.
Y le va pidiendo que le pinte también una sortija con un rubí, una pulsera de oro macizo, etc.
Al cabo de unas horas el retrato queda acabado. La señora parecía una reina toda llena de joyas.
El pintor le dice:
- Perdone señora, ¿para qué ha querido que le pinte tantas joyas?
- ¡ Para que la que se case mi marido se vuelva loca buscándolas !
En la boda de mi hermano, mi madre estaba logrando contener las lágrimas... hasta que miró a sus padres. Al ver a la abuela inclinarse sobre la silla de ruedas del abuelo y tocarle suavemente la mano, se echó a llorar como una Magdalena.
Al final de la ceremonia, se acercó a su madre y le contó que esa tierna caricia la había hecho llorar.
—Siento desengañarte, mi hijita —repuso la abuela—, pero en realidad lo toqué para ver si estaba despierto.
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